Rodrigo Frias cursó la primaria en una escuela donde no usaban uniforme y él podía elegir qué ponerse a diario. Cuando pasó a cuarto grado escogió un pants color neón. En cuanto llegó a la escuela con su nuevo conjunto deportivo, todas las miradas se clavaron sobre su cuerpo: algunas con sorpresa, otras con evidente desaprobación. “Fue muy fuerte para mis compañeros que yo me vistiera así, también fue una de las primeras veces que experimenté una especie de aversión hacia mí”, dice Rodrigo.   

Fue gracias a este momento que Frias hizo consciente que desde muy pequeño se sentía llamado por la moda, la experimentación y por ir más allá de las normas. Desde su punto de vista, la indumentaria es una herramienta de expresión e incluso de defensa. Y lo que inició como una aventura infantil para encontrar la propia identidad, con el tiempo se convirtió en una inclinación de vida que desembocó en Roca Lunar, la marca de ropa que fundó hace siete años junto a Samara Guzmán.  

Cortesía de Roca Lunar

Fotografía de Roca Lunar

Su compañía nació de un impulso claro, el de crear una alternativa distinta y sostenible a partir de la cual conjuntar sus pasiones, aportar algo a la comunidad y desarrollar su creatividad. Tal como su nombre lo anuncia, Roca Lunar es una búsqueda por lo desconocido, lo único. Además, si las etiquetas no llevan los apellidos Frias o Guzmán, es porque les interesa el anonimato del colectivo y la potencia que existe en nombrar a todas las personas que forman parte de las prendas producidas. “Para nosotros es igual de valioso el campesino que está cultivando algodón que quienes lo cosen, o quienes lo diseñan y lo venden”, explica.  

Su mayor preocupación al materializar este proyecto era atacar a la explotación laboral en la industria de la indumentaria. Las madres de Rodrigo y Samara fueron mujeres profundamente ocupadas, que se fragmentaban en tantos pedazos como les era posible para solventar sus quehaceres cotidianos. A partir de esta experiencia, Frias y Guzmán se interesaron en aplicar modelos laborales dignos. 

Sus principales exploraciones giran en torno al cooperativismo, que implica la organización social de personas que tienen metas comunes y actúan tomando como principios fundamentales la solidaridad y la ayuda mutua, con el fin de desarrollar alguna actividad económica que beneficie a todas las personas implicadas en el proceso de producción, distribución o consumo.  

La sociocracia es otro de los territorios donde han fijado su mirada; este concepto, desarrollado en 1980 por Gerard Endenburg, se refiere a un modelo de organización que se sostiene por tres puntos esenciales: la transparencia, la equidad y la eficacia al momento de tomar decisiones consentidas.  

Este modelo busca que todas las personas que conforman un grupo (ya sea un país, una familia o una empresa) tengan poder y entendimiento sobre cada uno de los pasos que se asumen en colectivo. Al mismo tiempo, es un camino para superar las reglas arcaicas donde solo unos cuantos son escuchados.  

Y justamente fue esto lo que llevó a Roca Lunar a formar parte de la Comunidad Marco sobre Debida Diligencia en Derechos Humanos de la industria Indumentaria (COMADH), una iniciativa impulsada por el Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos y Oxfam México en el marco del proyecto Iniciativa Arropa de Fundación Avina. 

La COMADH Indumentaria busca generar mejores prácticas empresariales e impulsar acciones, diálogos, intercambios de saberes, así como reflexiones comunes que apuesten por el respeto de los derechos humanos de las personas trabajadoras, y que provengan de alianzas entre el sector privado, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales.  

Rodrigo narra que, para pasar de la teoría y las palabras a la acción, lo primero que hicieron fue entender la importancia de los espacios donde hacían la ropa. Su preocupación se centró en encontrar talleres familiares o cooperativas donde las personas fueran tratadas dignamente.  

Para él es evidente que ni siquiera así se puede asegurar que las obreras cuenten con un salario digno, pero al menos sí es un primer paso para empezar a cuestionar, a preguntar y buscar el diálogo con las costureras: “Hay lugares que lo mantienen todo en silencio. Al inicio del proyecto nos acercamos a una maquila que nos recomendaron, les pedimos que nos dejaran ver sus instalaciones y nos dijeron que no. Luego ya nos dimos cuenta de que justamente ese secretismo era parte de las prácticas que no están chidas. Siempre hay que preguntar cómo se organizan, cómo están sus horas de trabajo. Nosotros nos dimos cuenta de que normalmente cuando son talleres familiares es mucho más fácil porque las ganancias no son tan desiguales. Y eso fue lo primero que logramos, conocer más cercanamente a cada uno de los talleres con los que nos vinculamos”.  

Para el miembro de Roca Lunar, existe una palabra clave que engloba todo lo anterior —la toma de decisiones, los modelos de producción, los salarios dignos— y es el “cuidado”, un término esencial que se enfrenta a la brutalidad de un sistema donde el imperativo es producir, incluso a costa de las personas. 

 

EL CUIDADO, UNA VÍA PARA LA SUSTENTABILIDAD 

En su libro Fruto, Daniela Rea Gómez se pregunta: “¿Qué significa ser cuidadoso en un país, en un mundo como el nuestro? Significa sabernos frágiles, significa necesitarnos, significa creer”. Y, en este mismo sentido, Rodrigo Frias afirma que se apropia del lema: “El autocuidado nos hará libres”. Para él, la sustentabilidad comienza en el ámbito de lo humano, radica en las personas que sostienen los procesos de producción. Si la gente que trabaja para que algo funcione no se encuentra bien, entonces no hay sustentabilidad.  

“En Roca Lunar han llegado y se han ido personas. También hemos cambiado de modelo de negocio varias veces y en algún momento nos dimos cuenta de que, si nosotros mismos no estábamos teniendo una buena salud, si estábamos explotándonos para mantener la imagen de que todo en orden con la marca, entonces no estaba siendo sustentable para nosotros mismos. Y si no es sustentable para nosotros, ¿entonces cómo podemos hacer algo por nuestra comunidad?”, cuestiona.   

Rodrigo cuenta que alguna vez leyó que “no necesitas prenderte fuego para calentar o iluminar a los demás”, desde entonces esta frase le acompaña. Ahora se encuentra en un constante proceso para aterrizar sus ideales sin ponerse a él o a otras personas en segundo término con tal de hacer que las cosas sucedan. En su opinión, lo importante es crear espacios que le hagan frente a los mandatos fragmentarios del capitalismo, los cuales deshumanizan a quienes entran en cualquier ámbito laboral.  

Al respecto, en su ensayo La teoría de la mujer enferma, Johana Hedva escribió que “la protesta más anti-capitalista que se puede hacer es cuidar de otra persona y cuidar de ti misma. […] Protegernos mutuamente, promulgar y practicar comunidad. Una hermandad radical, una sociedad interdependiente, una política de cuidado”.  

En consonancia con ello, Frias asegura que lo sustentable es expandir la idea del cuidado a todos los ámbitos:  lo íntimo, lo colectivo, los procesos de producción –buscando que estos dañen lo menos posible al ecosistema-, al medioambiente, así como a las personas trabajadoras y consumidoras.  

La clave, de acuerdo con él, se encuentra en el equilibrio entre todos estos ámbitos. Y esto oscila de nuevo hacia las palabras de Daniela Rea: “Para cuidar extendemos los límites más allá de lo posible”. Lo cual implica que, muchas veces, hay que imaginar, inventar y crear nuevos caminos para proteger aquello que es importante, para evitar que lo esencial desaparezca.   

En el informe Moda basura: el impacto socio-ambiental de nuestro consumo frenético, de la Campaña Ropa Limpia y el colectivo periodístico Carro de Combate, se lee lo siguiente: 

El denominador común de los objetivos climáticos, los planes de sostenibilidad, de emisiones cero, circularidad y residuo cero, de muchas marcas, del mainstream al lujo, que hemos consultado durante esta investigación es la gran fragilidad de su pilar socio-laboral. Es habitual que se enfoquen en el ahorro de energía, agua; en materiales, residuos o innovación, mientras que los asuntos socio-laborales brillan por su ausencia, por su poca presencia, o por estar desdibujados. […] Conviene recordar que la sostenibilidad conlleva siempre tres pilares: uno social (de respeto a los derechos humanos y laborales; a la salud de los empleados y consumidores); otro ambiental (de respeto a los recursos terrestres, a la biodiversidad y a las especies) y otro económico, alejado de la maximización del beneficio como único objetivo empresarial. 

Para Rodrigo la sustentabilidad “son varias vías, es intentar diferentes cosas dependiendo de los usos y las aplicaciones”. Y una de las posibilidades que él vislumbra es la de parar, poner pausa y dejar de producir más ropa; sin embargo, tal como lo ve, a causa de la inercia que ya lleva por sí mismo el consumo, esta salida (aunque es la más sustentable) no parece muy alentadora en este momento: “Nosotros podemos decir, no vamos a hacer nada y la gente seguirá comprando en Shein, en Cuidado con el perro, y entonces, ¿cómo podemos contrarrestar ese tipo de cosas y empezar a motivar a que existan otras prácticas?”. 

Él acepta que ningún consumo o producción es realmente ético dentro del capitalismo, pero también recuerda que el mismo sistema orienta a las personas a entrar en él para sobrevivir de alguna manera. “Nos toca imaginar otras formas mientras avanzamos dentro de todo esto. Porque la otra opción sería no hacer absolutamente nada y puede sonar extraño, pero es importante pensar en otras prácticas. Tener una marca anticapitalista y anticonsumista sí es una incongruencia, pero no todo es blanco o negro: ahorita estamos en un proceso donde debemos habitar los dos polos, y depende de nosotros ver hacia donde nos vamos a mover”. 

En el texto Repensando el apocalipsis: un manifiesto indígena antifuturista, de Yuderkys Espinosa Miñoso, se sostiene que el mundo lineal está muriendo internamente, pues “la lógica apocalíptica existe dentro de una zona muerta espiritual, mental y emocionalmente que se canibaliza a sí misma”. Y, al igual que Rodrigo, la autora invita a imaginar otras posibilidades fuera de las filas de pensamiento, explotación y destrucción que han sido impuestas. Además, este manifiesto vuelve a la idea de la colectividad como la vía sostenible que apuesta por la existencia y no por la devastación.  

El panorama se vuelve gris nuevamente cuando estos saberes que apelan por construir otros futuros posibles corren peligro al ser fagocitados por las grandes compañías, quienes los utilizan para continuar enmascarando las prácticas nocivas de siempre.  

 

GREENWASHING: EL ENGAÑO VERDE  

De acuerdo con la ya mencionada investigación de la Campaña Ropa Limpia y el colectivo periodístico Carro de Combate “el lavado o blanqueamiento verde –también llamado greenwashing– es una práctica de marketing conducente a hacer creer a las personas consumidoras que los productos (o servicios) de una empresa son más ecológicos de lo que en realidad son, otorgándole una posición (o imagen) inmerecida de responsabilidad medioambiental”. 

Ante la conciencia ecológica que se despertó en los sesenta y setenta, las grandes corporaciones a nivel mundial idearon diversas tácticas para presentarse como compañías verdes, pero sin cambiar en absoluto sus modelos de producción y explotación. El único objetivo de este tipo de blanqueamiento es proteger la reputación de las grandes empresas.  

En su artículo, Greenwashing: una aproximación crítica, José Ignacio Teruel Galletti afirma que este término fue “introducido en 1986 por el ambientalista neoyorquino Jay Westervel, al observar que las campañas, supuestamente verdes, de los hoteles para ahorrar toallas y, por tanto, agua y energía requerida para su lavado, correspondían en realidad a un interés empresarial por aumentar beneficios y no a una práctica ecológica”. 

Para Rodrigo, por ejemplo, un hecho esencial para construir una compañía de indumentaria sustentable y amigable con el medioambiente es cuidar los materiales que se utilizan. Lo que recomienda es reusar los insumos y no emplear plástico; sin embargo, si se van a comprar telas, es imperativo averiguar su origen. “Aunque muchas empresas ocultan esta información, están obligadas a decirte si tú les preguntas”.  En este camino, la mejor vía es comprar telas orgánicas y es ahí donde se evidencian muchos de los engaños corporativos para hacer creer que algo es ecológico, cuando no es así. 

Frias expone que la forma de saber si una tela es orgánica es a través de certificados: “Pero hay muchas cosas por decir acerca de esto: hay telas de plástico que tienen certificados OEKO-TEX, porque circulan el agua, sin prestar atención a otros puntos importantes del producto. Por eso hay mucho greenwashing en esto. La gente debe tener cuidado, puede ser un producto totalmente de plástico y químicos, pero con un certificado porque reutilizan el agua. Incluso hay certificaciones de sustentabilidad patrocinadas por Shell “. 

Para él, una de las certificaciones confiables para el algodón orgánico es la de GOTS, del organismo Ecocert, que vigila desde las condiciones laborales de quienes cultivan, los pagos justos y el uso de pesticidas, hasta los diferentes pasos para transformar las fibras y no solo una parte del proceso.  

En la página oficial de Ecocert se lee que las garantías clave de esta certificación son: procedimientos de producción y de transformación orgánicos; respeto y mejora de las condiciones laborales; promoción del uso de fibras ecológicas y prohibición de insumos peligrosos como los metales pesados tóxicos, los disolventes aromáticos, etcétera. 

 Sobre este tema, el miembro de Roca Lunar señala que es una especie de “estira y afloja” entre organismos como Ecocert y personas activistas que realmente están buscando una mejora en la industria, y entre las grandes corporaciones que toman sus conceptos para vender más.  

 Para la filósofa mexicana Sayak Valencia, esta clase de situaciones responden a una despolitización crítica de los discursos. Lo cual implica, en este caso, que las grandes compañías de la industria se apropian de palabras, incluso estéticas, de movimientos sociales de resistencia, y las vacían de su verdadero impacto político y social, con el fin de emplearlas a su favor. Esto también es una forma de neutralizar cualquier acción que pudiera poner en riesgo el estado actual de las cosas.  

Frente a las diferentes estrategias corporativas para engañar a los consumidores y mantener las prácticas de siempre, Rodrigo apuesta por la colectividad; por realmente crear frentes donde haya un verdadero diálogo y un deseo genuino por hacer las cosas de una manera distinta.  

 

RESISTIR Y REBELARSE EN COLECTIVO  

En la industria de la indumentaria se hace evidente aquello a lo que Marx llamó la “fetichización”, que invisibiliza los procesos de producción del capital, gracias a lo cual la fuente humana de la mercancía desaparece. De ahí la importancia de movimientos como Fashion revolution, que lanzan preguntas como: ¿Quién hizo mi ropa? 

La “sede oculta” del capital es ese espacio donde la explotación y la precarización tienen lugar. Es ese territorio escondido detrás de prendas brillantes o plazas comerciales con pisos relucientes. Para Rodrigo es vital que la industria se organice de maneras más colectivas y horizontales: primero, para cuestionar, dialogar, incomodar y lanzar preguntas que hagan evidentes las condiciones de precariedad en las que se encuentra este sector; después, para repensar en conjunto propuestas que ayuden a cambiar las circunstancias actuales.  

Frias reafirma que, frente al movimiento acelerado, es importante detenerse y repensar hacia dónde se está caminando. “Otra forma en la que hemos aplicado nuestra mirada sobre cómo hacer las cosas de manera sustentable y circular, es dejar de producir cosas nuevas. Ahorita todo lo que tenemos es bajo demanda. De pronto nos estaba empujando el mandato de producir y producir… Pero ahí está la importancia de la colectividad, porque en este camino de desintoxicarnos de las ideas capitalistas que tenemos muy metidas en nuestro sistema, es muy importante la colectividad para que nos cuestionemos constantemente. Entonces, es a través de esto como nos cachamos en nuestros propios vicios”.   

Fotografía de Roca Lunar

Luego de esta pausa, en Roca Lunar se proponen recargar fuerzas para volver con una mirada centrada en lo local, en la economía circular y en comprar insumos fuera de México únicamente si estos traen un verdadero beneficio para la marca y las personas consumidoras. De igual manera, se siguen planteando que lo esencial es resistir en comunidad.  

Rodrigo no tiene dudas de que es en lo colectivo donde habitan las respuestas para modificar, aunque sea un poco, las cosas: “Hay que hacer lo mejor que podamos. Llevemos nuestras exigencias hacia lo grande, hacia las corporaciones enormes. Como individuos solo podemos responsabilizarnos de nuestro consumo, como pequeñas empresas de nuestras prácticas, pero la devastación ambiental recae en las grandes corporaciones, en el 1% de la población. Entonces hagámonos cargo de lo que nos toca, pero hagámoslo de la forma más amorosa posible hacia nosotros y nuestro entorno”, concluye.