Cuando Elizabeth Ávalos, quien prefiere ser llamada “Betty”, habla sobre la industria indumentaria, lo hace desde el cuerpo, desde el recuerdo de los brazos doloridos y las piernas hinchadas. Ella entra en el tema a partir de la experiencia. Betty pelea por la mejora de los derechos laborales porque por muchos años fue una trabajadora en las maquilas de Ciudad Juárez, Chihuahua. Actualmente se esfuerza todos los días para que otras puedan tener los derechos y la seguridad laboral que a ella le hubiera gustado experimentar.  

Comenzó a trabajar en este sector porque era la única forma en la que podía pagar sus estudios, y porque no había otras oportunidades. Esta fue una de las razones que encendió una lumbrecita de inconformidad dentro de Betty, que creció poco a poco hasta convertirla en la defensora que es hoy. 

“Ahí empieza mi reflexión sobre el tema, al no poder elegir libremente mi trabajo, mi vida, porque la maquila era la única opción. Y aunque estaba precarizada, no había otra cosa a la que pudiera acceder. Y una vez estando dentro de la industria me encontré con muchas otras situaciones como las violaciones a los derechos laborales; aunque en aquel momento no lo nombraba así, pero sabía que eran prácticas que me perjudicaban, que no me ayudaban. Fue así como empecé a preguntarme qué podía hacer para mejorar las cosas”.   

Sus primeros pasos comenzaron en la oralidad, en compartir sus inquietudes con sus compañeras y compañeros, en los barrios y con personas trabajadoras de otras maquilas. Pronto, en colectivo, se dieron cuenta de las injusticias compartidas, de la necesidad de hablar, de hacerse sonar.  

Y así, de forma muy natural, Betty se introdujo en la defensa de los derechos laborales, donde conoció a diversas organizaciones dedicadas a esta misma actividad, se informó y capacitó en el tema, hasta volverse un referente para otras personas activistas. 

Fotografía de Betty Ávalos durante un encuentro de la Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo

Muy pronto se encontró con las amenazas, la persecución y las represalias por pedir lo justo. En sus propias palabras: “Fui aprendiendo que si te organizas te puede ir mejor, que es tu derecho tener un sindicato, pero también que si abogas por tener ese sindicato, pues te corren; que si intentas organizarte, te hostigan hasta que renuncies; que si no estás de acuerdo con sus prácticas, te ponen en una lista negra para que no consigas trabajo en otras empresas”.  

Fue en el año de 2013 cuando ella y otras compañeras decidieron formalizarse en este ámbito. Para entonces ya eran buscadas por muchas personas que necesitaban de su asesoría. Y aunque todas seguían trabajando bajo jornadas extenuantes, usaban su tiempo libre para construir un camino digno para las y los trabajadores de la maquila que, como ellas, sentían el cansancio adherido a sus huesos, a su piel.  

Al inicio pusieron una pequeña oficina en un cuarto que un conocido les prestó. Aunque solo pudieron sostener este espacio presencial por dos años, sí lograron constituirse formalmente y fue en ese momento cuando eligieron el nombre de su organización: Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo, en honor a una teórica marxista que aún en la actualidad sigue siendo uno de los iconos más importantes de la lucha obrera. Betty Avalos, en total acuerdo con una de las frases de esta pensadora, sueña con un mundo donde las personas sean “socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.  

 

Género y autocuidado 

Para Betty, en una industria donde la mayoría de la mano de obra es femenina, en un territorio como Ciudad Juárez donde la violencia feminicida es arrasadora, es vital sumergirse en el tema laboral con una perspectiva de género.  

“Las mujeres llegan a los procesos organizativos no sólo con la cuestión laboral, pues tienen problemas familiares porque la pareja les pega, porque el hijo se droga o no saben en dónde dejar a los chiquillos mientras trabajan. Siempre vienen con toda una serie de problemáticas que no se pueden atacar sin una mirada de género. Fijarse solamente en lo laboral, sin las vertientes que lo atraviesan, es un error por el que muchos procesos organizativos fracasan”. 

Otro factor muy importante para hacerle frente a la fórmula de explotación de la industria indumentaria es el autocuidado, un tema que ocupa una posición central en las líneas de reflexión y acción de la Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo. 

En este sentido, la especialista en temas de género, Pilar Sánchez Nafria, se cuestiona: “¿Dónde queda el autocuidado en un sistema patriarcal, capitalista y precario?”. Una pregunta que también se ha hecho Betty, quien asegura que, a causa de los roles impuestos a las mujeres, son ellas quienes se encargan de cuidarlo todo: a los hijos, a los esposos, a las amigas y a los compañeros de trabajo, pero siempre a costa de sí mismas.  

En su libro El patriarcado del salario, Silvia Fereci afirma que sobre las mujeres recae una doble jornada laboral: la del hogar y la de la fábrica. La primera no es remunerada y, sin embargo, posibilita el funcionamiento del sistema económico.  

En palabras de la colectiva Equidad de género. Ciudades, trabajo y familia: “La violación de derechos laborales no es un problema individual, sino sistemático y característico de la industria indumentaria, que está atravesado por relaciones desiguales de poder de género. También hay una injusta distribución del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, el cual condiciona el uso del tiempo y los proyectos de vida de las mujeres incorporadas a este sector”.  

Esto dirige la mirada a otra cuestión, la que plantean Mitzi Duboy Luengo y Gianinna Muñoz Arce en su artículo La sostenibilidad de la vida y la ética del cuidado: análisis y propuestas para imaginar la intervención de los programas sociales en Chile, donde se preguntan: “¿Quién cuida a quienes cuidan de las demás?”. Refiriéndose especialmente a todas aquellas que se dedican a defender los derechos de otras personas, volviendo a caer en el juego de dejarse a un lado a ellas mismas durante estos procesos, lo cual es un tema que preocupa de sobremanera a Betty y las integrantes del Colectivo de Mujeres Rosa Luxemburgo.  

En el texto de Duboy Luengo y Muñoz Arce, también se lee lo siguiente: “Las mujeres que trabajan en la primera línea de implementación de programas sociales viven de manera intensa esta doble presencia. El cuidado de la propia familia, al mismo tiempo que el desarrollo de prácticas de cuidado para las usuarias de los programas sociales —muchas de ellas en situaciones altamente complejas—, se vuelve una carga especialmente pesada”. 

Sobre este tema, la directora de Rosa Luxemburgo señala que para su colectiva es esencial actuar sin dañarse a sí mismas, pues esto sería entrar nuevamente en las lógicas de explotación que tratan de romper: “Para nosotras es muy importante el autocuidado. Hemos escuchado que muchas compañeras activistas o defensoras mueren muy jóvenes por falta de atención o por estrés. Nosotras atendemos a otras personas que nos solicitan ayuda, pero muchas veces no nos atendemos a nosotras mismas, ni física ni emocionalmente. Por eso procuramos tener actividades de autocuidado”.   

Es por todo esto que Betty, en concordancia con las palabras de la filósofa Audre Lorde, sostiene que “el amor y el autocuidado hacia una misma son un acto de resistencia política”.  

Según Avalos, es muy relevante comprender que el autocuidado, aunque no lo parezca, también es comunitario: implica aprender a sostenerse a una misma y a las otras, sin romper los límites de salud individuales; de esta manera se crea un acompañamiento que se rebela a los lugares de cansancio, tristeza y enfermedad a los que conduce la explotación, y crea otras posibilidades donde saberse acompañada por otras es un refugio que aminora la caída cuando esta llega.  

 

La importancia del descanso 

 

Necesito recordar que tengo derecho a descansar. 

Arrebatarles eso, mi derecho a descansar de este mundo abrumador. 

-Sandra Iveth González   

 

“Yo no sé si tú has trabajado en la industria, pero de verdad que estás muy cansada. Se te cierran los ojos, te arden las manos, te pesan las piernas. Es muy cansado porque todo tu cuerpo lo resiente”, cuenta Betty.  

Y es justamente el tema del cansancio y sus consecuencias, muchas veces mortales, una las razones por las que actualmente la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos Humanos Laborales, de la cual forma parte la Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo, se encuentra impulsando una reforma para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas por semana, con dos días de descanso obligatorios.  

“Nosotras consideramos que de aprobarse esta reforma podría establecer un equilibrio más sano entre vida y trabajo. Y es que el trabajo nos absorbe, ahora lo que vemos es que, si reducimos la jornada a un día de descanso más, estaríamos posibilitando que las personas trabajadoras pudieran participar en otras actividades sociales, políticas o culturales. Incluso que utilicen ese tiempo para descansar.  Cada vez hay más personas con problemas de estrés, que se derivan de los ritmos acelerados, de las largas jornadas laborales que tenemos y eso afecta mucho nuestra salud física y mental. Pensamos que de aprobarse esta reforma también estaríamos contribuyendo a mejorar la salud de las personas, o por lo menos estaríamos haciendo un esfuerzo para lograrlo”, apunta.  

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es el país con la mayor cantidad de tiempo invertido para el trabajo, con un promedio de 2,137 horas al año por persona. Mientras el promedio de la agrupación es de 1,726 horas anuales.  

Para Betty es muy importante volver a la idea del descanso como una exigencia urgente que debe obedecer totalmente a la voluntad de las personas trabajadoras, realizándose de acuerdo con la ley, no como en el caso de las vacaciones forzadas. Además, señala que las mujeres necesitan tomar respiros de sus múltiples jornadas laborales. De esta forma, retoma la idea de la pausa como una posibilidad que alimenta el bienestar de las personas.  

Actualmente la discusión de esta reforma atraviesa por diversos altibajos. Por eso Betty insiste en que se debe seguir haciendo presión mediática y política. Al mismo tiempo, afirma que, de ser aprobada, es necesario vigilar muy de cerca su ejecución, ya que muchas veces, aunque la ley señale algo muy específico, en la práctica se dan circunstancias que violan los derechos de las personas trabajadoras.  

Por otro lado, de no aprobarse, dice, es importante no soltar el tema y seguir insistiendo hasta que se consigan empleos dignos para todas las y los trabajadores de la maquila, pero también de los múltiples sectores industriales que se encuentran sumidos en la precarización. 

“Ahora es un momento que está un poco álgido, pues se nota el miedo evidente que le tienen a subir la reforma, por temor a que pueda ocasionarles repercusiones en las elecciones del año que entra. Entonces estamos tratando de sumar a otras organizaciones. Lo más importante para que esta y otras reformas en favor de las clases trabajadoras avancen, es crear alianzas, moverse en colectivo, actuar desde diferentes frentes”, asegura.  

 

Volver a la calle  

Betty piensa que es esencial recordar la potencia de la calle, de hablar con las y los obreros, de ir a los barrios y las colonias, de hacer trabajo directo con las personas que están siendo vulneradas en los espacios laborales. En su opinión, muchas veces la teoría o la burocratización se quedan en un lugar lejano que no le llega a quienes están recibiendo los embates de la explotación, por eso su colectiva apuesta por dispersar la información y escuchar a las personas trabajadoras. 

Uno de sus principales objetivos es crear espacios donde la gente se sienta escuchada, donde sepan que existen y que sus necesidades importan: “Como obreras vivimos ciertas condiciones de precarización, lo cual nos lleva a vernos de cierta forma. Pertenecemos a una clase trabajadora y eso se nota en nuestra ropa, en nosotras. Y pasa que muchas veces en las instancias públicas recibimos discriminación por esto. Por eso nosotras queremos que las personas sepan que pueden venir aquí y les vamos a abrir un espacio, y las vamos a ayudar, y vamos a escuchar lo que tienen que decir”, comenta Betty. 

Ella piensa que una de las formas más directas de atacar esta problemática es ofreciendo capacitaciones para quienes se encuentran en la primera línea de las fábricas, pues esto facilita que levanten una queja y peleen por lo que les corresponde.  

Es por eso que, en colaboración con ProDESC, han creado El Centro de Acompañamiento y Organización a Personas Trabajadoras (CAOPT), ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde se defienden los derechos humanos laborales de las y los trabajadores de los sectores más precarizados. También brindan atención directa, así como asesorías, capacitación y formación.  Asimismo, hacen frente a las violaciones de derechos humanos laborales a lo largo de la cadena de suministro en México y Estados Unidos, mediante la detección y denuncia de prácticas violatorias. 

Para Betty es muy importante no tirar la toalla mientras siga habiendo tanto por hacer. Y aunque en su opinión falta muchísimo para alcanzar las condiciones mínimas de dignidad, confía en las palabras de Angela Davis: “Tenemos que actuar como si fuera posible transformar radicalmente el mundo”. Y así, dice, “nos toca seguir trabajando todos los días, a cada momento, para que los cambios que soñamos se vuelvan reales”.  

Fotografía de María Ruiz para Iniciativa Arropa y Data Cívica

Fotografía de María Ruiz para Iniciativa Arropa y Data Cívica