Rogelio Gómez comenzó su trayectoria en organizaciones de la sociedad civil desde que iba a la universidad. Participó en varios procesos de articulación nacional, como Alianza Cívica, que jugó un rol muy importante en la creación del IFE autónomo (ahora INE). También fue el coordinador nacional del extinto programa Progresa-Oportunidades, gracias al cual, a partir de 2007, trabajó como consultor internacional en muchos países, asesorando a diversos gobiernos y programas de protección social.  

Un día, animados por su amplia experiencia, un grupo de personas lo buscaron con el fin de construir un proyecto para afrontar la pobreza imperante en el país. Él, movido por sus ideales, se sumó al movimiento. Su primer paso fue dar luz a un seminario que se llamó “Cómo y para qué una acción ciudadana frente a la pobreza”. En esta propuesta académica participaron especialistas como Enrique Cárdenas, Gerardo Esquivel y Edna Jaime, entre muchos más.  

Luego de esta experiencia, en 2015, nació Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, una iniciativa que cuenta con el respaldo de más de 60 organizaciones de la sociedad civil mexicana. Con una mirada macro, su meta es generar cambios sistémicos que combatan a la desigualdad y la pobreza. 

Posteriormente, Rogelio invitó a Paulina Gutiérrez a formar parte de la agrupación. La ahora encargada del departamento de articulación e innovación, cuenta que le interesó mucho “porque yo hice una maestría en Derechos Humanos, y mi tesis fue sobre la libertad sindical. Entonces tuve mucho contacto con organizaciones que buscaban la transparencia sindical como una manera de favorecer las condiciones laborales”.  

Fue así como se gestó una mancuerna de colaboración que actualmente sigue en búsqueda de nuevos rumbos. 

 

PRECARIZACIÓN EN LA INDUSTRIA INDUMENTARIA   

De acuerdo con el segundo informe especial La precariedad no pasa de moda, de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, “en la industria de la moda trabajan 3.1 millones de personas en México, 72% de ellas carecen de un ingreso suficiente para superar la pobreza y 53% no tienen seguro social”. 

 

Esto es sumamente preocupante pues se trata de una industria compuesta, en su gran mayoría, por compañías reconocidas a causa del lujo o los materiales brillantes de sus productos, que en realidad ocultan un sinfín de abusos cometidos contra las y los obreros de sus fábricas. En este sentido, Rogelio y Paulina coinciden en que el abuso es la seña particular de este sector. En palabras de Rodríguez: “Es una industria que gana muchísimo dinero, pero que esa rentabilidad no se traduce en buenas condiciones para las trabajadoras y trabajadores, sobre todo en cuestión de salarios”.  

En su informe se asegura que “las grandes y medianas empresas de la moda captan 1 billón de pesos al año, y sólo el 1.2% de sus ingresos se destinan a remuneraciones. […] La industria de la moda es de las más rentables en México, año con año los grandes consorcios, corporativos, marcas globales, tiendas departamentales y grandes cadenas de supermercados obtienen ganancias multimillonarias; sin embargo, millones de personas que trabajan dentro de ese sector padecen maltrato salarial y lamentables condiciones laborales”.  

De acuerdo con Rogelio, en México coexisten graves condiciones de precarización en el ámbito laboral. La agudeza del problema se expande a las pequeñas, medianas y grandes empresas, lo cual vuelve una misión imposible que las personas trabajadoras encuentren empleos dignos.  

El coordinador de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza recuerda que, en nuestro país, incluso en los talleres familiares persisten situaciones de “terror” donde la gente no tiene un salario fijo. Al respecto, en su reportaje Maquila: entre la tensión y los derechos, Daniela Rea Gómez relata las condiciones de incertidumbre de quienes trabajan en los talleres de costura de la localidad de Uriangato, Guanajuato. La reportera resalta que se trata de vínculos marcados por una fuerte carga afectiva entre empleadas y empleadoras, pero también por la falta de derechos laborales.  

Algunas de las condiciones de contratación generalizadas que encontró la periodista son las siguientes:   

  • “Los contratos suelen ser temporales, con un máximo de un año 
  • El sueldo es a destajo, pero este se encuentra en un rango de los $1000 a los $3000 semanales. 
  • Pagan aguinaldo a las costureras. 
  • El seguro social no siempre viene con el contrato, es algo que se negocia […] 
  • En fines de semana algunas empleadoras permiten a las costureras llevar a sus hijos al taller. 
  • En temporada baja –como el verano– las mandan a descansar sin goce de sueldo. […] 
  • Cuando son buenas costureras, pueden negociar llevarse la máquina y trabajar desde casa.” 

Rogelio señala que, por más desesperanzadora que parezca esta situación, no se compara con lo que sucede en las empresas realmente lucrativas. En estos casos tienen en sus manos la posibilidad de mejorar las condiciones laborales, pero no lo hacen por el impulso de acumular más ganancias. Y es ahí donde habita la crueldad del hecho.  

“Por eso nosotros queremos enfocarnos más hacia los más rentables, hacia las grandes compañías, los que ocupan la punta de la pirámide. Al final los pequeños talleres también están en las manos de los realmente poderosos: de Liverpool, el Palacio de Hierro, Suburbia, e incluso Coppel, Electra, Soriana o Walmart —aunque en los supermercados la indumentaria no es su negocio principal, sí forman parte de la cadena de distribución y comercialización, y sus condiciones laborales son de las peores del país—”, apunta.   

En este enorme entretejido de abuso y explotación, el consumidor juega un papel muy importante, pues es capaz de ejercer presión sobre las marcas para que cambien sus prácticas. Paulina y Rogelio aseguran que ahí radica la importancia de informar a las personas consumidoras sobre lo que sucede, en darles datos que les ayuden a saber en qué condiciones se están realizando los productos que compran. Y, en su opinión, aunque su papel es importante, es esencial no ponerles en la centralidad del problema, pues este recae en las compañías y los gobiernos, no en los individuos.  

“De ahí la necesidad de mantener una mirada macro que incide en quienes toman las decisiones: el tema de lo macro es lograr cambios sistémicos que, aunque sean pequeños tienen un efecto a gran escala. Puede ser una modificación que no representa todo lo que quieres, pero su efecto se expande a muchos ámbitos. El salario mínimo es un gran ejemplo, es un cambio que no resuelve todo el tema salarial, pero por supuesto que modifica todas las coordenadas en política laboral”, señala Rogelio.  

 

LOS RETOS   

Para Paulina y Rogelio uno de los principales retos dentro de la industria indumentaria es generar un verdadero movimiento articulado que avance hacia un lugar con objetivos compartidos. Desde su perspectiva, hay una clara fragmentación donde cada grupo empuja hacia lugares diferentes.  

“Queremos apostar por la industria desde los distintos frentes, sí, pero yo creo que hace falta aglutinar los esfuerzos. Se están haciendo trabajos interesantes, entonces creo que ahí va el caminito, pero todavía nos falta tener una meta a la que todo el mundo le apueste”, refiere Paulina.  

Por su parte, Rogelio indica que otro desafío importante es el de mover a este sector hacia los salarios suficientes. Él piensa que aunque las conversaciones actuales sobre derechos humanos están muy avanzadas, no se centran en el verdadero contexto de nuestro país, pues desafortunadamente “aquí seguimos en la batalla por los derechos del siglo XIX, no del siglo XX”. Por eso cree que es muy importante no adelantar pasos, no desesperar y seguir insistiendo.  

“Necesitamos movernos a conseguir buenos salarios, que todas y todos tengan seguro social, que se paguen horas extras, y se tiene que hacer cueste lo que cueste. Para mí, es esto lo más relevante. Pero a lo mejor es que estoy viejito y quiero regresar al movimiento obrero del siglo pasado, no sé, igual creo que esto es lo que toca”, reafirma el Coordinador de la Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.  

En consonancia con esta idea, Rodríguez agrega que es de suma importancia cuidar la cadena de valor, reestructurar las metas y trabajar en alianzas que realmente avancen hacia ideales comunes, que verdaderamente sean capaces de mejorar la vida de las personas trabajadoras.  

 

ENTRE UTOPÍAS Y RESULTADOS PALPABLES 

Aunque su recorrido ha estado lleno de trabas, momentos de decepción y algunos retrocesos, lejos de detenerles, estos obstáculos se les han presentado como oportunidades para el movimiento, para el cambio. Si en algo coinciden Paulina y Rogelio es en lo gratificante que ha sido, después de tantos años, poder reunirse con los grandes organismos empresariales y escucharlos hablar en el mismo idioma, entender las necesidades de las personas obreras, “y eso es por la relación que Rogelio tiene con ellos. El trabajo que hemos hecho picando piedra ha logrado que los empresarios se comprometan realmente a mejorar los salarios”, añade Rodríguez.  

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”, escribió Eduardo Galeano. Cuando esta frase se cuela en la conversación, Paulina se separa del concepto de utopía, ella reafirma que su agenda es viable, no un ideal abstracto. El futuro que ella proyecta es algo que se puede construir en conjunto, con el fin de que ya no haya más personas viviendo en condiciones de precariedad, o sufriendo, y es ese el combustible que la mantiene activa.  

Por su parte, Gómez sí resuena con las palabras de Galeano, pero señala la importancia de no dejarse paralizar por la utopía. Aunque el escritor lo plantea como algo que invita a caminar, reflexiona Rogelio, hay muchas personas que se quedan inmóviles ante esta idea, porque es tan grande, tan alta y lejana que se puede volver frustrante o aterrador ir a su encuentro. “El tema es saber enfrentar los cambios prácticos. A mí me parece que hay que encontrar los pasos concretos para caminar hacia la utopía. Lo concreto y lo ideal no están peleados, sino al revés, son totalmente complementarios”. 

Volver a algunas estrategias de otros tiempos, no olvidar el contexto específico que se vive en el país y perseguir objetivos que realmente funcionen en este territorio, así como no menguar los esfuerzos, son algunas ideas que comparten Rogelio y Paulina y que también han sido sostenidas por la filósofa dominicana Yuderkys Espinosa Miñoso, quien apunta la relevancia de no tomar luchas que vienen de ideales europeos, o de otros países, que no comparten las mismas condiciones que se viven en América Latina.  

La también autora, al referirse al tema de las utopías, cuestiona lo sencillo que nos es imaginar el fin de la humanidad, pero lo complejo que nos resulta pensar en otros futuros posibles. Ella propone centrarse en alternativas del “bienvivir” que no provengan de territorios ajenos y volver a las opciones que se pensaron antes, por otros pueblos, por otros movimientos de lucha, donde las metas no eran lo estratosféricamente perfecto, sino construir un mundo separado de las políticas de muerte y explotación. Un mundo digno.